Mal tiempo prometían y bueno no hizo, pero al menos nos dejó andar sin mojarnos mucho y hasta nos visitó el sol.
Aunque los montes se escondían, reacios, tras un velo de niebla del que apenas se asomaban para espiarnos.
Tuvimos que subir hasta la cima del Petretxema para poder verle la esplada a una de las agujas de Ansabère. Inalcanzable.